Instituto Militar R...
 
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Instituto Militar Ridgewood

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ANSW3R
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Honorable Member
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Tras la enésima discusión y la enésima promesa de que cambiaría, Nicole se resignó y se recostó en el asiento trasero del Hyundai de su padre. Entendió que ya no había vuelta atrás: pasaría el curso en un internado en el estado de Alabama, lejos de su soleada Florida natal. Tras varias horas de agreste paisaje, el coche se detuvo enfrente de un edificio con aspecto de cárcel, rodeado por muros de hormigón con alambre de espino. El cartel en la entrada rezaba “Instituto Militar Femenino Ridgewood”. Nicole se estremeció.

“¿EN SERIO? ¿Voy a estar un año en una puta escuela militar?”

Su madre la miró con gesto serio. “No, Nicole. Un año no. LOS TRES AÑOS DE INSTITUTO. Incluidos los veranos. Así aprenderás y espabilarás”. A la chica se le vino el mundo encima.

“Lo hacemos por tu bien, cariño. Debes volver al buen camino”, dijo su padre intentando tranquilizarla. No paraba de llorar.

“Ahora deja de lloriquear y coge tus cosas”, dijo su madre en el mismo tono severo. Nicole obedeció. “Vendremos a visitarte una vez al mes, y podrás volver a casa por Acción de Gracias y Navidad”. El coche arrancó y desapareció en el horizonte, quedándose la joven sola junto a la puerta de hierro.

La puerta se abrió y Nicole entró tímidamente en el recinto. Las paredes, pintadas de gris y decoradas con fotos de temática militar, daban un ambiente impersonal y lúgubre a la sala. No había sillas para esperar sentada. De pie, otra chica más, de la edad de Nicole: tenía una melena castaña oscura lisa hasta las axilas y la piel blanca como el marfil. Estaba temblando. Nicole se acercó y trató de hablar con ella, pero una guardia de seguridad la chistó. De repente, de la conserjería salió una mujer de unos 50 años, rolliza y con pelo gris cortado a lo tazón, con la parte de arriba muy corta y lados y nuca totalmente al cero. Las miró con expresión severa.

“No hablaréis a menos que se os autorice. A ver… Nicole Johnson, ¿verdad?”, dijo mirando a Nicole.

“S-s-s-sí…”

Se dirigió a la otra chica. “Tú debes ser Susan Cuthbert”. La chica asintió dócilmente.

“Bien, os acompañaré al despacho de la directora Towers. Os aconsejo callar y no hacer ninguna tontería, ya tenéis bastantes problemas”. Las llevó por los pasillos hacia un despacho: “Directora Helen Towers”. La conserje llamó a un timbre. Mientras tanto, Nicole se miró en un espejo y se acomodó el pelo. Su brillante melena rubia, ondulada y que le tapaba los pechos, era un tesoro para ella. Junto a su precioso pelo, sus ojos azules y sus dulces rasgos faciales la hacían una chica de destacable belleza. Sin embargo, su “cara de ángel” era una fachada: con el paso a la adolescencia, Nicole se había vuelto una chica totalmente incontrolable que contestaba a sus padres, los desobedecía e incluso había llegado borracha a casa, además de tener un peor desempeño académico. La gota que colmó el vaso fue estar a punto de ser expulsada por hacerle bullying a una estudiante menor que ella. Sus padres, desesperados, habían optado por enviarla a Ridgewood para tratar de enderezarla y que no acabase en líos aún más graves.

La puerta se abrió y Nicole volvió a la realidad. La conserje la empujó dentro del despacho y cerró la puerta. Enfrente, estaba la directora Towers, sentada en un amplio escritorio. Era una mujer de unos 48 años vestida con uniforme militar y de rostro completamente serio, de facciones muy duras. Llevaba el pelo recogido en un austero moño. A su lado, una chica no mucho mayor que Nicole, también ataviada con uniforme militar y con el pelo tapado por la gorra. La chica, de tez morena, estaba de pie, totalmente rígida. Nicole avanzó hasta que la directora le indicó que se detuviera; la miró con aire marcial. Sacó unos papeles.

“Nicole Johnson, de Tampa Bay, 15 años. Lo primero, a las superiores se les hace el saludo militar”.

“¿Por qué iba a hacer eso?”, dijo Nicole cruzada de brazos y con aire desafiante.

“¿QUÉ ACABAS DE DECIR, NIÑATA?”, gritó la directora visiblemente enfadada. “Debí haber supuesto que harías eso, Johnson. Según el informe, eres una cría contestona, desobediente, maleducada, vaga y que ha hecho la vida imposible a una compañera de colegio”.

“Sólo eran bromas…”

“SILENCIO. No le veo la gracia a cosas como introducirle la cabeza a alguien en el inodoro, o tirarle bolas de barro. Más aún cuando la otra chica tiene autismo”. Nicole se encogió. “No empiezas bien, rubita. Nada bien”.

La directora miró a la otra chica presente en la sala. “Esta es Martínez, estudiante de último curso y delegada mayor. Martínez, lleva a Johnson a los dormitorios y dale su uniforme. Aunque ya sabes qué va primero…”

“Sí, señora directora”, dijo Martínez haciendo el saludo. “Johnson, sígueme y no digas ni una palabra a menos que te pregunte”. Cogió a Nicole del brazo y la llevó por un pasillo, en silencio total. Se cruzaron con dos estudiantes: una llevaba el pelo cortado en un bob a la altura del mentón, mientras que la otra lo llevaba tapado por la gorra del uniforme. Martínez se quedó mirando a la de la gorra, intimidándola.

“Zanni, sabes que durante la duración del castigo no puedes cubrirte la cabeza. Quítate esa gorra YA”. Zanni, asustada, se quitó la gorra y reveló algo que dio escalofríos a Nicole: no tenía pelo alguno en la cabeza. Estaba calva. Tenía la zona del cuero cabelludo bastante más blanca que la piel, como si no le hubiera dado el sol en esa parte.

“Por favor, delegada…”, empezó a decir con voz temblorosa. “No soporto verme sin mi pelo, y las demás estudiantes no paran de reírse de mí…”.

“SILENCIO, ZANNI. Y COMO VUELVA A VERTE CON LA CABEZA CUBIERTA, SE TE AMPLIARÁ EL CASTIGO UN MES”.

La chica se marchó a calva descubierta, llorando. Martínez y Nicole siguieron su camino. “Zanni trató de fugarse ayer por segunda vez. Como castigo, se le afeitó la cabeza y deberá estar sin pelo 30 días”, explicó Martínez. En un momento dado, se detuvieron delante de una puerta que ponía “Barbería”. Pasaron: la sala estaba decorada como una peluquería tradicional de caballeros, llena de útiles para cortar el pelo. Dentro, una chica de unos 25 años con pelo a lo cepillo cortaba el pelo a una chica de primer año. El suelo estaba cubierto de pelo castaño, lo que hacía suponer que entró con melena larga. Al terminar, la chica portaba un bob a la altura del mentón, como el de la chica del pasillo. Parecía triste.

 “Bueno, aquí está la barbería. Te presento a Molly, nuestra barbera”, dijo señalando a la joven del pelo a lo cepillo, que tenía cara de pocos amigos. Sus lados y su nuca, como los de la conserje, estaban rapados al más absoluto cero, y la parte de arriba era muy corta, seguramente también cortada a maquinilla. “Es de pocas palabras, te recomiendo no decirle nada. Y menos aún protestar, es muy estricta con el pelo y te podrías llevar una sorpresa desagradable. Te cuento: el bob, ese corte que le acaban de hacer a Brooks, es el corte obligatorio para todas las estudiantes. Es lo suficientemente corto como para que lo tape la gorra del uniforme. Hay otras razones por las que lo hacemos: uniformidad, no tener que preocuparos por el pelo, y también daros una cura de humildad. Las crías que venís aquí sois muy vanidosas, así que arrebataros vuestras queridas melenas es un buen castigo. Y créeme, si por la directora fuera, os raparían al cero nada más entrar”. La joven de la silla salió cabizbaja por una puerta que había a la derecha, acompañada por una guardesa. “Te toca, Johnson. Despídete de esa bonita melena por tres años”.

“Y UNA MIERDA”, gritó Nicole. “No me pienso cortar el pelo”. La adolescente trató de correr hacia la puerta pero Martínez la agarró del brazo. De repente, se oyeron gritos por la puerta de salida. Entraron la directora Towers, visiblemente furiosa, y una guardesa. Llevaban agarrada de los brazos a una chica que lloraba y pataleaba sin parar. Pese a llevar el bob reglamentario, se podía notar que su pelo era realmente bello, de un brillante color rojo.

“¿Qué ha hecho ahora McBride, señora?”, preguntó Martínez.

“ESTA CRIAJA HA COMETIDO DOS FALTAS GRAVES. PRIMERO, HA INSULTADO A SU PROFESORA, Y LUEGO HEMOS ENCONTRADO CIGARRILLOS EN SU DORMITORIO”, gritó la directora. Se dirigió a McBride, que estaba aterrorizada. Se le dibujó una sonrisa malvada en su rostro. “Ay McBride, ya llevas tres faltas. Esta vez la has jodido de verdad”.

La directora y la guardesa arrastraron a McBride a la silla de la barbería y la pusieron unas correas en brazos y piernas. La barbera le puso una capa blanca. Nicole estaba asustada, pero no más que una temblorosa McBride.

La directora se dirigió a la barbera. “Molly, ya sabes qué hacer”. Molly sonrió y asintió. Acto seguido, agarró de la pared una gruesa maquinilla de rapar blanca. La encendió y la llevó a la frente de McBride. Trazó una línea recta hasta la coronilla, llevándose todo el pelo a su paso. Nicole se quedó petrificada. No podía apartar la mirada del espejo. Molly metía la máquina por todo el cráneo de McBride, que estaba siendo rapada sin ninguna compasión. Las lágrimas caían sin cesar por su cara.

“Johnson, esto es lo que les pasa aquí a las chicas que se portan mal, como Zanni, McBride… O TÚ”, le espetó la directora. Ésta se dirigió a la silla, pisando sobre mechones de pelo rojo. “McBride, dile adiós a tu precioso pelo rojo por muuucho tiempo”. McBride había quedado totalmente rapada al cero, pero la barbera, en vez de apagar la maquinilla, la dirigió hacia las cejas de la chica y las rapó de sendas pasadas.

“NOOOO, MIS CEJAS NOOOO”, alcanzó a gritar antes de que le taparan la boca.

“Es el castigo de la tercera falta. Y créeme, saco de basura, que esto es sólo el principio. Tenemos mucho reservado para ti”, le dijo la barbera con sonrisa malévola.

Nicole estaba en shock. ¿Qué clase de lugar era este? ¿Era esto siquiera legal? ¿Por qué estaban aquí?

“Tú eres la siguiente, Johnson”, pudo oír de sopetón. Martínez la hablaba mirándola fijamente a los ojos, con rostro serio. De repente, Nicole trató de salir corriendo, pero Martínez la tenía firmemente agarrada del brazo.

“¿Dónde crees que vas, niñata?”, le espetó la delegada. En la silla, McBride tenía la cabeza y el área de las cejas cubiertas de espuma de afeitar. La barbera Molly la estaba rasurando con una afilada navaja, la cual pasaba con fruición por cada zona del cráneo de la castigada.

“Me voy de aquí”. Nicole le dio una dura patada a Martínez en la rodilla y salió corriendo por la puerta que habían cruzado, pero su intento de fuga fue rápidamente abortado por una guardesa que la derribó. La directora Towers fue en su dirección. Agarró a Nicole del pelo y le propinó una sonora bofetada. Junto a la guardesa, la llevaron de vuelta a la barbería, cada una agarrándola de un brazo.

“Quiero que observes muy atentamente lo que le está pasando a McBride por ser una idiota. Tú serás la siguiente, trozo de mierda”, le dijo la directora a escasos centímetros de su cara. Estaba lívida de furia. “Me has tocado mucho los ovarios, Johnson. Y a mí nadie me toca los ovarios”.

La barbera le estaba aplicando a McBride una especie de gel en su recién rasurado cráneo y en la zona donde estaban sus cejas. Las luces de la sala se reflejaban en su calva, haciéndola brillar intensamente.

“McBride estará calva y sin cejas como mínimo dos meses, dependiendo de cómo se comporte. Si vuelve a hacer tonterías, se le ampliará el castigo. Y no podrá cubrirse la cabeza”, explicó la directora, con voz más calmada. Se acercó a McBride y examinó su calva. “Bien Molly, no le has dejado ni un pelito. No te cortes con el gel. Te cuento, Johnson: este es un gel que detiene y retrasa el crecimiento capilar. Lo usamos como guinda de los afeitados de castigo, y para no tener que afeitar tanto. A McBride le hemos puesto suficiente cantidad de gel como para que no le crezca ni la más mínima pelusa durante dos semanas. Si sigue portándose mal, se lo volveremos a poner”. Se dirigió a la pelona, que estaba petrificada y con la mirada perdida. “McBride, te recomiendo portarte bien y que no te pongan más gel. Dicen que a largo plazo puede tener efectos permanentes…”

“Por favor, no...”, decía la recién pelada con un hilo de voz. “Mi pelo, mi precioso y querido pelo…”

“Pues si quieres volver a tener pelo algún día, te toca espabilar y dejar de hacer gilipolleces. En caso contrario, me encargaré personalmente de que parezcas un puto huevo con ojos el resto de tu vida. Molly, quítale la capa”. La barbera obedeció y varios mechones rojos cayeron al suelo. Acto seguido, desató las correas que sujetaban a McBride y la recién pelada pudo levantarse. Temblaba como un cervatillo, daba la sensación de que en cualquier momento iba a desplomarse. Se dio la vuelta y miró a Nicole, que quedó horrorizada. La chica que tenía enfrente no tenía nada que ver con la pelirroja que había entrado por la otra puerta: salvo por las pestañas, no había ningún rastro de pelo en toda su ovalada y pálida cabeza, la cual brillaba bajo la luz de la habitación. Pese a que la ausencia de cejas le quitaba expresividad, podía verse desde lejos la tristeza y la melancolía en su rostro. Sus ojos llorosos parecían avisar a Nicole de lo que le esperaba. De repente, la voz de la directora tronó en la sala.

“Guardesa, llévese a esta bola de billar de mi vista. Llévela al patio, a ver qué opinan sus amigas de su nuevo look…”. Volvió a dibujársele una sonrisa malvada. Sin titubeo ninguno, la directora le dio a McBride una colleja tan fuerte que la tiró al suelo. “No creo que sea la última colleja que recibes durante el castigo, bombillita”.

La guardesa se llevó a McBride. La directora dirigió su mirada hacia Martínez y señaló la silla. Nada tardaron la delegada mayor y la guardesa que tenía agarrada a Nicole en llevarla a la silla y asirla con las correas. La rubita pataleaba y gritaba, pidiendo clemencia.

“Ya es tarde para suplicar, Johnson”, gritó la directora Towers. Abrió un cajón y sacó unas grandes y afiladas tijeras metálicas. “Molly, de esta me encargo yo misma”.

La directora tiró de las rubias ondas de Nicole por las puntas y empezó a cortar a ras de cuero cabelludo. Nicole protestaba y gritaba, pero Martínez le tapó la boca con la mano, haciendo que sólo se oyera el cortar de las tijeras. Su larga y hermosa cabellera caía al suelo sin cesar a cada corte, quedando reducida a la mínima expresión.

“MIRA CÓMO CAE TU PRECIOSA MELENA, CRIAJA ASQUEROSA. TE LO HAS GANADO TÚ SOLITA POR SER UNA GILIPOLLAS”

Cuando las tijeras ya no podían cercenar más cabello, la directora agarró la misma maquinilla con la que se había rapado a McBride y la introdujo directamente por la frente de la castigada. La máquina se llevaba sin ningún esfuerzo los cortos y desiguales cabellos que habían quedado en su cráneo, dejando piel blanquecina tras de sí. Nicole empezó a llorar a mares cuando se vio siendo rapada al cero. Cuando ya sólo una pequeña sombra de pelo adornaba su cráneo, pudo ver en el espejo cómo la directora le rapaba las cejas. Estaba pasando por lo mismo que McBride.

“No pienso tener compasión, Johnson. Molly, te toca a ti. La quiero más calva que una rana”.

“Sí, señora directora”.

La barbera, que también sonreía con malicia, vertió espuma de afeitar sobre el cráneo de Nicole y la extendió con una brocha de barbero. Cuando su cabeza ya estaba cubierta de espuma, pasó la brocha por el área que antes albergaba sus cuidadas cejas. Agarró la afilada navaja y empezó a rasurar detenidamente. Se aseguraba de que no quedase rastro de pelo. Cuando parecía que ya se había acabado el afeitado, Molly volvió a untar espuma por el cráneo de Nicole. Agarró la navaja y se dispuso a hacer un segundo afeitado, esta vez empezando por la nuca y a contrapelo. Nicole lloraba y trataba de quitarse de la boca la mano de Martínez.

“Johnson, te recomiendo no moverte. A menos que además de calva, quieras acabar con la cabeza llena de cortes”, dijo la barbera con tono gélido. La castigada se quedó quieta. Tras un rato, el cráneo de Nicole ya estaba completamente rasurado y desprovisto de pelo. La navaja se dirigió a sus cejas, las cuáles fueron afeitadas en pocas pasadas.

Nicole se miró al espejo y la realidad le cayó encima de golpe. Estaba completamente calva. Habían conseguido borrar de su cráneo todo rastro de su preciada melena, y la ausencia de cejas le borraba la expresividad de su cara y la daba un aspecto aún más estrafalario. Volvió a llorar.

“Dios mío, Johnson, estás guapísima. Los chicos se van a pegar por ti”, dijo la directora en tono sarcástico.

“Bueno, bombillita, teniendo en cuenta la gravedad de tus actos, estarás calva y sin cejas durante tres meses. Se te harán inspecciones diarias para comprobar que el castigo se cumple. Y durante todo el castigo, no podrás cubrirte la cabeza. Si incumplieras el castigo o volvieras a cometer faltas graves, se te ampliaría un mes más”, explicó la directora mientras acariciaba la cabeza desnuda de Nicole. “Molly, quiero que le pongas suficiente gel como para que no haya que afeitarla en un mes”.

Molly agarró el frasco de gel y vertió una generosa cantidad sobre la cabeza de Nicole. Acto seguido, se puso unos guantes y procedió a extenderlo. Nicole se estremecía a cada pasada: el gel al principio se sentía gélido, y a los pocos segundos se sentía caliente como el fuego. Tras extenderlo por cráneo y cejas, la barbera cronometró 5 minutos, los cuáles se le hicieron eternos a Nicole. El gel escocía como si fuera ácido, pero la recién pelada ni siquiera tenía fuerzas para gritar o moverse. Era un pelele en manos de aquellas sádicas. El cronómetro pitó y la barbera examinó el cráneo de Nicole.

“Ya se ha absorbido, directora. No queda un solo pelo”.

“Muy buen trabajo, Molly. Desátala”. La barbera quitó la capa y desató a Nicole, que lloraba intensamente de dolor y rabia. La directora sacó de un cajón un bote negro que tenía una calavera pintada. Se lo enseñó a Nicole. “¿Ves esto, Johnson? Es otro gel, pero este no retrasa el crecimiento capilar. Este, que lo traemos de Japón y es ilegal en los Estados Unidos, quema los folículos e impide el crecimiento para siempre. Todo en una sola aplicación. No lo hemos estrenado aún, pero créeme que si vuelves a faltarme el respeto o a agredir a una superior, yo misma te lo aplicaré y serás una jodida bola de billar el resto de tu miserable existencia. ¿ENTENDIDO?” Nicole asintió aterrorizada.

“Martínez, lleva a esta calvorota a los dormitorios y dale el uniforme”. Martínez hizo el saludo y agarró a Nicole, pero antes de que se la llevaran, la otrora rubita sintió un fortísimo golpe en la coronilla: la directora le había dado una colleja. “Acostúmbrate a las collejas, Johnson. Las demás internas van a amar esa cabecita tuya”. Martínez se la llevó de la barbería.

“Bueno, Johnson, espero que hayas aprendido la lección. A menos que quieras estar calva el resto del curso. O el resto de tu vida, ya has oído a la directora”. Nicole, cabizbaja y alicaída, no dijo nada en todo el camino. Tras unos instantes, llegaron a una gran sala con literas. “Bueno, este es tu dormitorio. Dame esa estúpida ropa. Te acompañaré a la ducha y luego te pondrás el uniforme. Luego, te sacaré al patio a que conozcas a tus compañeras y pasaremos revista”.

Entraron a una sala con varias duchas. Nicole se desnudó y le dio a Martínez la camiseta, los shorts y las Converse que llevaba puestos. Entró a la ducha: el agua caliente se sentía como aceite hirviendo sobre su recién rasurado cráneo. Al suelo de la ducha caían pequeños pelos rubios, que miró con melancolía. Una vez se hubo duchado, se secó y se puso un uniforme militar que le quedaba bastante holgado.

Pudo verse en un pequeño espejo. No reconocía a aquella chica sin pelo que veía en el reflejo. De repente, empezó a reflexionar. ¿Y si todo eso era merecido? Pensó en sus padres, a los que había desobedecido y decepcionado continuamente. En Audrey, la chica autista a la que había puteado todo el curso anterior. En ella misma. En sus actos durante los últimos años. Esto era una señal de alarma, una señal de que debía cambiar si quería volver a ganarse el cariño de sus padres, salir de la escuela militar e incluso poder volver a tener pelo. Quizás esta era la oportunidad de comenzar el camino hacia la madurez.

FIN

 
Respondido : 7 septiembre, 2024 22:24
(@flattoper)
Respuestas: 940
Noble Member
 

Brutal Answ3r.

 

Un saludo. 🙂

 
Respondido : 8 septiembre, 2024 12:52
 mdj
(@admin)
Respuestas: 716
Miembro Admin
 

Buenísima, muy intensa!

 
Respondido : 8 septiembre, 2024 16:00
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